El tequila y el mezcal son indudablemente las bebidas que han llevado a México a las grandes ligas de los destilados para cócteles o por supuesto, para beberse solos. Ambos se elaboran de una planta rica en almidones que se convierten en azúcares fermentables que le otorgan alcohol y tipicidad. El agave es una planta desértica que se utiliza en México para producir ambas bebidas emblemáticas que están protegidas bajo las leyes propias de las Denominación de Origen (D.O.).
El tequila, se elabora a partir del Agave Tequilana Weber variedad Azul. Esta planta alcanza su madurez después de aproximadamente siete años que es cuando se cosecha, se retiran todas las hojas y el corazón o “piña” se somete a altas temperaturas en hornos de mampostería donde el almidón se transforma en azúcares que posteriormente son fermentados. Este mosto se destila y produce un aguardiente de cerca de 72% de volumen de alcohol. La manera de reducir este elevado contenido alcohólico y llegar a 40%, generalmente se realiza mediante el reposo en barricas de roble y adición de agua. Dependiendo del tiempo en barrica se le puede llamar blanco, joven, reposado, añejo o extra añejo.
El mezcal, elaborado únicamente en los estados de Oaxaca, Michoacán, Guerrero, Guanajuato, Durango, Zacatecas, San Luis Potosí, Puebla y Tamaulipas, utiliza varios agaves silvestres o cultivados. El proceso de producción es similar al tequila, sin embargo, conserva lo artesanal pues se llega a destilar en barro y los palenques para producción aún utilizan leña para la cocción de las piñas, de ahí sus notas ahumadas. En otros estados, también se elabora mezcal con procedimientos menos artesanales, pero que conservan dignamente la tradición de la bebida.
Conocer y reconocer la calidad del tequila o el mezcal invita a quien los consume a vivir la experiencia de generaciones productoras que llevan su historia y tradiciones a los consumidores. Sirva este texto como una invitación a abrir los sentidos y experimentar sensaciones por lo bien hecho en México.